Clareteando por Cigales
El día que Cigales se despierte, ¡estaremos ante una de las regiones con más personalidad de nuestro país!
Hoy nos salimos del Atlántico para visitar la realidad de una región Castellano-Leonesa cargada de historia: la DO Cigales, donde estuve de misión comercial la semana pasada y no quería perder la ocasión de poder compartir mis impresiones con vosotros.
Cigales queda a unos escasos 17km de Valladolid (ciudad base en esta expedición) los cuales recorrimos diariamente en minibús, de pueblo en pueblo, sobre un paisaje crudamente castellano, donde mis ojos se llenaban de meseta, con colinas que oscilaban suavemente y sobre las que impera el policultivo de cereal (mucho, sobre todo trigo), girasoles, algún olivo suelto, y vides.
Al bajar del minibús el viento soplaba algo de fresco, invitando a ponerse un jerseicillo por los hombros. Esto es lo que tiene la ‘continentalidad’ de esta zona, la que nos va a marcar mucho los contrastes entre estaciones (veranos tórridos e inviernos gélidos) con diferencias enormes de temperatura entre la noche y el día durante la época de maduración de la uva ya que, aunque esto parezca una planicie, estamos a unos 750 m sobre el nivel del mar donde, dependiendo como venga dada la añada, ésta puede estar cortada por un patrón Atlántico. Muy interesante también la riqueza en cuanto a perfiles de suelos se trata: cantos rodados, arcillas y calizas.



Si habéis visto la película del Señor de los Anillos, caminar por los pueblos de la región es casi como trasladarse a Hobbiton. Sus barrios del vino están plagados de entradas a todo un universo subterráneo excavado a mano por las gentes del lugar y lleno de prensas romanas, depósitos de hormigón (donde se fermentaban y envejecían los vinos) y parques de barricas. Aunque a muchos de esos depósitos todavía se les de uso, la verdad es que la mayoría de viticultores prefieren fermentar los vinos dentro de la propia bodega, usando tanques de acero inoxidable en los que poder controlar las temperaturas porque, aunque la idea de seguir elaborando como lo hacían antaño sea una idea romántica y evocadora, el no poder controlar la temperatura hace que esos pasillos subterráneos se conviertan en un horno, estresando los mostos y haciendo que luego salgan vinos muy marcados con reducciones.









Antes de que se produjese la emigración del campo a las grandes urbes, la actividad viticultural tuvo que ser frenética. La realidad de hoy en día es que Cigales es una DO pequeña compuesta por unas 2000 hectáreas de viñedo divididas entre 30 bodegas y 400 viticultores. Una DO bastante joven, nacida en el 1991, en donde la realidad que impera es la de hacer vinos pensados para copeo en barra, que satisfagan la demanda general; aunque si que es verdad que hay una preocupación creciente por hacer las cosas bien y de manera diferente con el objetivo de marcarse algún que otro vinazo de gama premium.
El camino para lograrlo me parece algo más contradictorio porque el enfoque (creo) que lo tienen un poco borroso todavía. Me explico, Cigales tiene una carga histórica de tradición viticultural haciendo vino (sus famosos claretes) a la par que cuenta con muchísimo viñedo viejo, con una poligamia de vides co-plantadas en ellos que es una riqueza enorme. Lo que parece ser un camino obvio, ya marcado en pro de la diferenciación siguiendo esa memoria histórica, no lo es tanto porque, las bodegas, están orientando sus esfuerzos en otra dirección: la de crear rosados a la moda de la Provenza (más paliduchos de color, anoréxicos) y tintazos castellanos (en esteroides) a base de Tempranillo que puedan competir y quitarle mercado a la Ribera del Duero y Toro.
¡Craso error! En Cigales se debería, sobre todo, dejar las vergüenzas a un lado y claretear mucho más. Si es que no lo pueden negar, es su esencia, son hijos de la co-plantación. Así nacieron los claretes, en el viñedo, porque las viejas gentes del lugar plantaban las diferentes variedades para obtener el perfil de vino que les gustase a ellos en su día a día. Una vez recogidas se prensaban todas las variedades juntas y ese mosto es el que se fermentaba para dar lugar al clarete.
Las variedades que predominan en los claretes que hemos catado estos días son la Tempranillo, la Garnacha, la Verdejo, la Albillo Mayor, la Garnacha Gris, y la Viura. Cada bodega tiene su acercamiento personal al clarete pero, muy pocas, se atreven a escribir en su etiqueta el término ‘clarete’, prefieren nombrarlo ‘rosado’. Una pena, porque es el elemento diferencial de esta región, que les puede ayudar a posicionarse con una identidad fuerte en los mercados tanto nacional como internacional.
Desde hace unos 20 años, en Cigales, también ponen el foco en hacer tintos potentorros vestidos con mucha madera. Si lo analizas desde un punto de vista temporal, tiene sentido. Corrían los años dorados donde Robert Parker sentaba la cátedra del gusto del mercado, siendo este tipo de tintos lo que vendía y gustaba.
Y si vende, ¿por qué no sumarse al carro con Tempranillos que puedan ser una buena alternativa a Toro y Ribera, sobre todo, en cuanto a precio se refiere? Esa es la mentalidad que tienen las bodegas cigaleñas. Saben que es casi imposible robarle un trozo del pastel del mercado nacional a los tintos de la Ribera del Duero, por lo que basan sus esfuerzos en ser una alternativa real en el mercado de exportación como la hermana buena, bonita y barata.
Bajo mi punto de vista, esto es enfrentarse a los mercados partiendo con una actitud de inferioridad, cuando lo cierto es que Cigales es buena tierra para la Tempranillo. Todos los tintos que catamos tenían como denominador común una calidad de fruta brutal con una retención de acidez increíble. Una pena que los madericen tanto, dando origen a vinos que disfrazan el carácter varietal por miedo a no ser capaces de cubrir cuotas de mercado si los trabajasen de otra manera.
Me voy con cierta tranquilidad al ver que empiezan a surgir bodegas que se arriesgan a desmaquillar la Tempranillo, dando vida a tintos con menos extracción o con maderas menos pronunciadas para dejar que brille la personalidad varietal, ya que la Tempranillo en Cigales tiene un je ne sais quoi especial. Aunque, si bien, la diferenciación llegarán a conseguirla cuando respeten esa co-plantación también en los tintos (casi siguiendo el ejemplo de lo que ocurre en Arribes del Duero), dando vida a vinos de menos extracción, más fluidez, y que sean capaces de hablar de lo que pasa en la viña con galones. En esa línea se mueve la cuvée ‘La Renacida’ de Finca Museum, gracias al viento de aire fresco que supuso la llegada de Lluís Laso como enólogo y director técnico.



Por último, permitidme terminar con un par de reflexiones personales, ya que, tras conversar con gente de la región, me he dado cuenta de que hay un par de melones que todavía no están dispuestos a abrir y en los que me gustaría ensartar el cuchillo:
La primera, la zonificación. Por un lado, entiendo que quieran pasar de puntillas cuando se habla de zonificar porque, primero, tienen que consolidar la imagen de Cigales en la mente de los consumidores. Por otro, me parece dejar pasar una gran oportunidad el no empezar este posicionamiento mediante la elaboración de vinos de villa, paraje o viñedo singular; ¡porque se puede hacer! Una de las cosas que más disfruté del viaje fue caminar en medio de tanto viñedo viejo. ¡Aquí das una patada al aire y te salen viñas centenarias!



Con mi segunda reflexión quiero animar a las bodegas (sobre todo a las más pequeñitas) a arriesgarse a hacer vinos de terruño. Casi todas las bodegas trabajan el viñedo de manera orgánica (aunque no lo publiciten) ya que, aquí, es relativamente fácil al no haber una gran presión de enfermedades fúngicas. Ese esfuerzo se debería traducir en bodega con una filosofía algo menos intervencionista, ya que, exceptuando a Ovidio García y algunas cuvées en Sinforiano (de entre las bodegas visitadas) todavía hay mucha dependencia del uso (y abuso) de ciertos productos enológicos que se podrían reducir, en gran medida, para que el territorio hablase mucho más a través de la copa.
Aunque la mayoría de las bodegas visitadas se pueden encuadrar dentro de lo que yo califico como viticultura convencional, esta semana os dejaré con una lista de 9 vinos más decentes e interesantes que merece la pena catar para conocer el potencial de la región, con mucho clareteo de por medio, claro 😉 (aprovecha y suscríbete si todavía no lo has hecho)
Miguel Crunia | podéis encontrarme en Instagram como @atlanticsommelier
#14 en el Top 25 Sommeliers en Reino Unido 2023