La DO Rías Baixas tiene una tarea pendiente con los vinos de terruño
¿Es la Atlanticidad del Albariño un argumento suficientemente fuerte para posicionar nuestros vinos en el extranjero?
Hace dos semanas tuve la oportunidad de asistir a un viaje de prensa organizado por la DO Rías Baixas, una visita que me ha permitido comprobar el futuro prometedor que tenemos para posicionarnos como una de las grandes regiones clásicas del futuro, pero que también me ha hecho reflexionar sobre el trabajo promocional que se le da a nuestros vinos en el extranjero.
En el viaje me acompañaron dos reputadas plumas de la prensa especializada británica como la de Fiona Beckett y Susy Atkins, al igual que los Masters of Wine (MW) Sarah Marsh y James Viner. El objetivo era que nos empapásemos de todo lo que se cuece dentro de la DO llevándonos a visitar 8 bodegas en 3 días. Un trabajazo promocional brutal que, sin embargo, tiene sus más y sus menos.
Empezando por lo positivo:
Me ha alegrado ver una general predisposición a mejorar el trabajo en viña. En una región donde la presión fúngica está a la orden del día, las bodegas se están preocupando por ser lo más sostenible posible. La cuestión no es si tratar o no tratar, sino cómo hacerlo.
En el viñedo también se están empezando a reducir rendimientos, en muchos casos pasando de los 12mil kg de uva por ha que permite la DO a 7mil u 8mil, pues sólo así se puede llegar a obtener uvas de mejor calidad.
Aplaudir la dinámica de las bodegas que tienen el coraje de descorchar orgullosamente botellas de Albariño de añadas ya con cierto recorrido para demostrar el potencial de guarda de la variedad, una de las más versátiles del mundo.
¿Dónde está nuestra tarea pendiente?
Entiendo la incertidumbre pero no comparto el enfoque. Ya podemos encontrar Albariños plantados en Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Uruguay, y EE.UU. entre otros; lo que puede suponer una amenaza comercial. Me gusta que haya esa preocupación por defender que la Albariño es nuestra, de aquí, autóctona; sin embargo no podemos defenderla promocionándola a través de su Atlanticidad, que es el mensaje que se quiere hacer calar. Lo del “Albariño Atlántico” me parece un slogan bastante flojo. Pensad que Uruguay tiene Atlántico y también lo explota. A lo mejor desde casa no se nota, pero creedme que los que vivimos fuera lo percibimos.
Estamos en un momento donde nos toca dar un pasito adelante y explotar el potencial que la DO tiene para convertirse en una de las regiones clásicas del futuro. ¿Cómo? Consolidando las sub-regiones (un Salnés no es lo mismo que un Rosal o que un Condado) y, una vez ahí, hablar de las parroquias (ya están ahí, no hay que inventarse nada) y las parcelas (la “cru-cificación” de nuestro viñedo como gran meta). Somos la tierra del minifundismo, esto, no tendría que sernos tan difícil, puediendo ser la clasificación del viñedo una realidad tangible si nos ponemos a ello.
Hablar de sostenibilidad está muy bien, pero no se tiene por que quedar sólo en el viñedo. En bodega también hay que ser sostenibles. Si queremos competir en calidad, de tú a tú con los grandes vinos blancos del mundo clásico, hay que dejarse de buscar artificialmente esos perfiles tiólicos o de abusar de levaduras neutras. Nos encontramos en una posición donde la mayoría de nuestras bodegas son de tamaño medio por lo que no es tan arriesgado elaborar con pies de cuba, o arrancar con fermentaciones espontáneas, dejando de lado los correctores vínicos y demás “caralladas” varias. Sólo así seremos capaces de embotellar suelos, variedad, paisaje y, no menos importante, la energía de cada bodeguero.
Me entristece que en todo el viaje no se haya enseñado ese magnífico pasado viticultural que tenemos en las Rías. Una tierra que era de tintos, por los que hay que apostar, ya que tenemos cuvées que se están posicionando entre los grandes tintos de España (y Europa). Es bueno tener el Albariño por bandera, ya que abre puertas (y de que manera!) pero apostar por estas castes es esencial ya que son nuestra herencia y también exportan la imagen de Rías al mundo.
Desde este humilde púlpito me permito hacer un llamamiento, y con esto concluyo, para que se de voz al pequeño productor. Entiendo que haya que mostrar las grandes y medianas empresas a quienes venimos de fuera porque son las que más poder de exportación tienen. Sin embargo, no podemos olvidarnos que los pequeños, guste o no, son los que representan la calidad de Rías en la alta restauración y tienda especializada en Reino Unido. En lugar de denostarlos, apoyémoslos, pues están marcando el camino a seguir. Y lo que es más gustan y elevan el valor de nuestra viticultura!
Matizando este último punto, si, la inclusividad de algún proyecto pequeño es esencial; sin embargo, lo que sería aún más interesante para la buena propagación del mensaje que quiere transmitir la DO (ese de que “el Albariño es nuestro y de que somos su madre patria y que da igual donde planten nuestra caste porque en ningún lado se va a expresar como los de aquí”) sería adaptar las bodegas a visitar dependiendo de las necesidades del público que se invite a visitar la región. Si son grandes compradores de vino para grandes superficies o cadenas importadoras veo con buenos ojos que se le de prioridad a las grandes bodegas y cooperativas, pero si (como en este caso) se trae a prensa especializada y MW que quieren catar terruño (con todos los respetos hacia las bodegas que vinifican en convencional) lo mejor sería visitar bodegas medianas que hacen las cosas bien (ojo! que a alguna nos llevaron) y a los pequeños terroiristas que tenemos a lo largo de las diferentes subzonas.
Como dicen por estas tierras, “food for thought”.
Me despido brindando (con burbujas gallegas, porque “habelas hailas”) por las Rías Baixas y su futuro como gran región clásica!
@miguelcrunia