La plasticidad y elasticidad de los grandes Albariños del Salnés
Estos son 12 de los Albariños que no pueden faltar en tu bodega personal.
Siguiendo donde lo dejé, hoy nos toca volver a Galicia ya que, durante estas últimas semanas que he pasado por Londres, he podido comprobar tanto la cara como la cruz de una misma moneda, en concreto la de la realidad de nuestros vinos blancos en Rías Baixas. Como os imaginaréis, esto significa que traigo tanto buenas, como malas noticias.
Como no es plan de empezar de ‘bajona’, arranco con las buenas noticias, que es el haber podido corroborar la plasticidad (la capacidad de mostrar su origen en copa, expresando la naturaleza de la añada y de los suelos donde se asienta) y elasticidad (la adaptabilidad a las diferentes técnicas de elaboración con las que cuentan los bodegueros) de la uva Albariña a través de las cuvées de los 4 grandes de la viticultura en el Salnés: Manuel Moldes, Eulogio Pomares, Rodri Méndez y Xurxo Alba.
Arrancamos con el trabajo de Manuel Moldes, alma mater de Bodegas Fulcro, quien presentó dos de sus Albariños tanto en Viñateros como en la cata con Justerini. Ambos son vinos que forman parte de la línea de sus ‘vinos de entrada’, es decir, los más accesibles; lo que no conlleva que no se puedan hacer vinos top. Es más, todo elaborador que se precie siempre pondrá tanto o más esfuerzo por clavarse vinazos accesibles, para que la gente siga explorando su trabajo. Este es el caso.
1. A Pedreira, 2022: Si buscas un Albariño que te resuma lo que es el Salnés, juégatela con esta cuvée que hace con uvas procedentes de unas 20 parcelas enclavadas entre Sanxenxo y Meaño. Un 60% del vino se elabora en barricas y fudres (buscando la estructura) y el 40% restante en acero inoxidable (para preservar la pureza frutal de la variedad). A Pedreira es vino super preciso, muy varietal (cítricos, manzanas y flores blancas) y refrescantemente mineral, con esa sensación a piedra húmeda y yodo que le da un punto de complejidad extra al vino.
2. O Equilibrio, 2022: Este es otro vino multi-parcelario pero, en este caso, las viñas se encuentran sólo en el concello de Meaño, con la particularidad que proceden de parcelas altas que crecen sobre una veta de suelos super desgastados de xisto en la zona de Arra. Fermenta y envejece en barricas durante 11 meses. Cruje, vibra, aunque no tiene tanta tensión como si hubiese nacido en puro granito. El perfil de suelo le realza la aromática, siendo más perfumado. Huele a costa y flores silvestres; acompañado de muy buena concentración varietal (caquis, bergamoto, hoja de limonero, manzana verde ácida).



Continuamos con Eulogio Pomares, pero no con su proyecto personal, sino con el trabajo que hace en su bodega familiar, Zárate. En concreto con los 3 parcelarios que allí elaboran:
1. Balado, 2022: Es un viñedo viejo que crece sobre una roca de granito duro. La 2022 fue una añada cálida que dio vinos con mayor inmediatez, por eso no le dejaron hacer la maloláctica, preservando, así, más frescor natural. En boca tiene esa tensión característica de la roca madre, pero con una austeridad muy bella en nariz. Proviene de la zona de Padrenda, que suele dar Albariños más tímidos que necesitan de, al menos, 3 años de evolución en botella para que sean más expresivos. Es un vino de naturaleza cítrica, con mucha manzana verde, roca de sal y flores blancas.
2. Tras da Viña, 2021: La 2021 fue una añada más fría, chapada a la antigua, por lo que jugaron con la maloláctica para equilibrar el vino. Una parcela con suelos más profundos de arena granítica (lo que conocemos como xabre) donde la raíz explora más cargándose de inputs minerales y, por eso, es el vino al que le dan la crianza más larga. Tras da Viña también lo elabora en inox, donde permanece en reposo con sus lías unos 24 meses (sin bâtonnage). Un Albariño mucho más perfumado en nariz, muy floral (jazmín, peonías), con destellos de fruta jugosa de hueso blanca (paraguayos y mirabeles). En boca encontramos tensión mineral y linearidad sápida (sal).
3. El Palomar, 2021: Posiblemente su vino de corte más clásico y el único que pasa por madera, ya que lo envejece en un fudre Alsaciano del 2003 (que fue la añada fundacional de este parcelario). No se sulfita ni se trasiega y se deja que haga la maloláctica. En boca es todavía un vino bastante joven con un potencial de guarda descomunal. Tiene empaque, es glicérico, y está lleno de un nervio que invita a ser pacientes para que nos regale con un vinazo icónico dentro de unos cuantos años. Todavía se siente el calor de la lía (corteza de pan, cereal) y un aroma que no es invasivo de la crianza en barrica (mazapán). Tenemos pieles de frutas cítricas escarchadas, manzana al horno, pera pochada y melocotón maduro. Sale mucho pétalo de peonía y agua de azahar, todo arropado por dejes a marea baja.



En la presentación de portafolio de Dynamic Vines no podían faltar los vinos de Rodri Méndez, tanto lo que hace en Forjas del Salnés como lo que hace bajo su proyecto personal. Se expusieron 3 de sus Crus y eso es lo que os cuento por aquí:
1. Leirana, Finca Genoveva, 2021: Añada joven todavía pero de perfil más evolutivo que el resto de los vinos que trabaja. Es una cuvée parcelaria, donde hay cepas con más de 250 años a pié franco sobre roca madre granítica. Es un vinos muy emotivo desde el punto de vista de como se trabaja porque es una vuelta a los Albariños del pasado, sin controlar la temperatura ni hacer bâtonnage, dejando que el vino trabaje de manera natural en fudre. Austeridad cargada de aromas que recuerdan a la cebada, a la camomila y el heno, a las frutas de hueso secas y a la manzana asada. Es un vino bastante textural, de boca amplia y grasa, pero con un velo de frescura linear y una impronta yodada muy bien integrada. Catalizador de emociones.
2. O Raio da Vella, 2020: Es una parcela que se encuentra en Dena, al ladito de Forjas del Salnés. Una parcela de 1.2 hectáreas plantada hace más de 10 años, pegadita al mar, que se asienta sobre suelos donde hay arena, xabre y caolín (arcilla blanca). Se elabora enteramente en un fudre de 1500L. Es su vino más perfumado (quizá se deba a un combo ente el perfil del suelo y la juventud de las vides) desarrollando notas de bergamoto, salvia y salicornia. En boca es vino fresco, sin la tensión que da el granito puro, pero con una acidez crujiente de efecto peta zeta. Le sale un punto a pedernal mojado muy chulo.
3. Sálvora, 2019: Nos encontramos ante el ‘Gran Cru’ de Meaño en una añada fría. Un viñedo histórico en el Salnés que se sabe que lleva plantado desde antes del 1920. Da racimos de Albariño de clon antiguo, pequeñitos y prietos. El vino es elegancia en estado puro. Tiene mucha concentración de frutas de hueso, pieles cítricas, pétalos de rosa y sabia. En boca es goloso (que no dulce), sápido, y textural pero con una acidez integrada que aporta una linearidad increíble que lo mantiene muy vivo y le otorga longevidad.



Acabamos con los vinos del capitán Xurxo Alba, al timón de Bodegas Albamar, de cuyo trabajo haré un repaso en profundidad pronto.
1. O Sebal, 2022: Proviene de dos parcelas, una de ellas trabajada al cien por ciento en ecológico. Es un vino que se deja completamente al desnudo en inox, no se toca, por lo que acaba haciendo la maloláctica. Es un perfil de Albariño muy vital y crujiente. Perfil bastante aromático y golosón a perfil de fruta cítrica, albaricoques, melocotón, mirabeles y mucha flor blanca. Mola.
2. Sesenta e nove arrobas, 2019: Toda la uva viene sólo de 5 parcelas, 3 de ellas con más de 60 años. También se elabora en inox pero, aquí, si que bloquean la malo (que es la única diferencia de vinificación con O Sebal). Este vino nos da muchísima más profundidad de aromas ya que se va confitando un poco más el carácter varietal (manzana asada, masa de milhojas horneada). Todo esto sin perder la verticalidad, que es bestial. Potencial de guarda.
3. Alma de Mar, 2021: En este caso hablamos de un vino parcelario, de unos 40 años, donde la parte alta de la viña es pura arena. Esta finca está pegada a la finca de O Pereiro (que no se mostró, pero ya os digo que es interesante catarlo porque crece sobre arcillas). El vino se cría 8 meses en inox en sus lías, a las cuales hacen bâtonnage, dejando también que haga la maloláctica. Tenemos mucha más fruta concentrada, con una boca amplia y textural, cargada de jugosidad frutal, pétalos de flores e impronta yodada.
4. Pepe Luis, 2021: Este vino procede de 5 parcelas que son propiedad de un único viticultor. Fermenta en acero inoxidable para luego envejecer durante 17 meses en fudre. En nariz muestra una austeridad varietal que todavía está vestida con algunas especias dulces que denotan la crianza en madera (Werther's Original y beurre noisette). En boca exuda pureza granítica, con mucha sedosidad cortada por un punzor salino. Otra cuvée para dejarla en botellero durante unos cuantos años.




Os prometí, muy a mi pesar, malas noticias. El mes pasado nos levantamos con la noticia de que las ventas de los vinos de la DO habían bajado en restauración, ojo, poniéndose la medallita de que, al menos, crecieron en valor (¿cómo no iban a crecer con la inflada que se le metió estos últimos años al precio de la uva?). A lo que voy, no me extraña que hayan bajado, porque la gente no es tonta. En un sector en el que los sumilleres abogan cada vez más por la calidad de los vinos que venden para que sus consumidores afinen (consciente o inconscientemente) el paladar, la mediocridad pierde adeptos. Y esta mediocridad es con la que me topé en los Sommeliers Wine Awards.
Los SWA es una guía de vino donde se puntúan vinos a ciegas por sumilleres y para sumilleres. Es decir, se envían muestras para que algunos de los grandes nombres de la sumillería en Reino Unido caten los vinos y otorguen medallas a su calidad, en base a la premisa de si el vino representa tipicidad a un determinado nivel de calidad/precio.
No todos los grupos evalúan las mismas regiones, sino que cada cata grupal diverge de lo que hacen los demás. En mi grupo nos tocó mayoritariamente España y, por consecuencia, Rías Baixas. Y aquí vienen las malas noticias. De los 11 vinos catados, sólo uno consiguió un bronce (aunque técnicamente correcto, no se le dio más por tener un perfil tióloco bastante forzado), quedándose los 10 restantes sin medalla ninguna. Aún hoy, una semana y media después de que se haya producido la cata a ciegas, no sabemos que vinos hemos catado (no los revelan hasta que salga la guía en Mayo), pero lo que si se confirma es mi preocupación inicial.
En Rías Baixas los grandes vinos comerciales rozan la mediocridad. Puede que sea suficiente para contentar al público que compra vino en las grandes superficies, pero deja estas referencias de entrada fuera de la carta, ya no de los grandes restaurantes, sino de bistrots, pubs y restaurantes de diario (porque esta guía sirve de gran ayuda a los locales que no cuentan con un sumiller pero sí con una oferta básica). Y no sólo estaba yo en mi grupo de cata (para que no os emparanoiéis pensando que esto forma parte de una cruzada personal), sino que otros 3 grandes profesionales me acompañaban: Emanuel Pesqueira (responsable del programa de vinos para el Grupo Gordon Ramsay), Emma Denney (sumiller en Claridge’s), y Jonathan Kleeman (sumiller Ejecutivo del Story Group).
Esto ya no se trata de abrir o no el melón de la zonificación; sino la de hacer vinos básicos que, aunque respondan a una mercantilización, sean expresivos y nos hablen de la zona con unos ciertos estándares de calidad para que no se pierda la reputación ente los profesionales del sector.
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@miguelcrunia | @atlanticsommelier
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