Como ya os adelanté en la entrevista publicada el lunes, la semana pasada estuve por Clay, la primera feria dedicada en exclusiva a vinos hechos en ánfora.
Hoy en día, oír hablar de ánforas como medio de elaboración no nos supone tanto shock. Han pasado ya casi 25 años desde que un revolucionario Josko Gravner se decidiese a conectar con el pasado para revitalizar su futuro apostando por el uso de Qvevris georgianos. Desde aquella, cada vez son más los proyectos que apuestan por la terracotta como material donde vinificar gracias a esa naturaleza neutral que no aporta aromas terciarios al vino permitiendo, a su vez, que exista micro-oxigenación durante el proceso de envejecimiento.
Como veis, es un digno material con el que elaborar vinos con raza, que respeten la identidad varietal dejando que hable tanto su origen, como la naturaleza de una añada en concreto y la personalidad de su elaborador. En la feria descubrí bastantes cositas chulas, pero os dejo con las 9 que me parecieron más interesantes (como ya os anticipé, al haber escrito sobre la cata vertical de 7 añadas de la Ribolla de Gravner, no incluyo ese vino aquí):









1. Ori Marani es una bodega artesanal anclada en las montañas del Cáucaso georgianas cuyo focus primordial recae en la elaboración de vinos espumosos, como este Laora que os recomiendo hoy. Es una cuvée hecha con variedades autóctonas (tintas y blancas) como lo son la Goruli Mstvane, la Tsitska, la Tsolikouri, la Chkhaveri y la Aladasturi. Compran uvas, sí, pero lo hacen apoyando a pequeños viticultores que trabajan de manera orgánica en 3 regiones diferentes: Shida Kartli, Kakheti e Imereti. Esta cuvée es Non Vintage y la proporción del blend cambia con cada añada. 90% pasa por barricas viejas pero si que hay un 10% que pasó por Qvevri antes de que se produzca la segunda fermentación. Al vino se le suele añadir un 10% de vinos de reserva y, la segunda fermentación en botella arranca siempre con mosto fermentando de la cosecha más reciente. Pasará 15 meses en rima antes de hacer el degüelle. Serio a la par que divertido. Os vais a encontrar con mucha menta, fresa, albahaca, ciruelas y piel de membrillo. Me gusta su tanino (que agarra pero no domina un paladar) y el que sea un vino amplio y fresco, dominado por una espuma sedosa.
2. I Mandorli es un proyecto donde la biodiversidad está a la orden del día. Se encuentran en la Maremma toscana, que se asoma sobre el Archipiélago Toscano. Esta cuvée del 2023 nace de viñas jóvenes de Vermentino (han usado un clon Corso) que crecen sobre suelos mayoritariamente calcáreos (aunque hay algo de arenas y limos) dinamizados con preparados biodinámicos a escasos 300m del mar. Una parte fermenta con las propias pieles (3 meses) y permanece con las lías en una ánfora Tava, mientras que el resto en depósito de cemento vetrificado (6 meses). Uno de los Vermentinos con más profundidad y carácter que me he encontrado. Es un vino dinámico. Deja muchos recuerdos a nueces, hojas de té, hinojo seco, hueso de melocotón, salitre, piel de limón y salvia.
3. Continuamos con otra cuvée a base de Vermentino. Hablamos de Lunatica, elaborada por la Azienda Agricola Il Torchio en Liguria, bajo el timón de dos hermanos (Gilda y Edoardo) que decidieron hacerse cargo del proyecto cuando falleció el abuelo, lanzándose a hacer vinos naturales. En la feria caté su 2019. Un vino que se hizo en ánfora completamente (ánforas tipo Pallò, que son unos envases esféricos de terracotta hechos en Impruneta por Massimo Carbone), donde pasó 6 meses en contacto con sus pieles). Sólo hacen 600 botellas con los racimos más propensos a la vinificación con pieles de entre los viñedos de Vermentino (clon Lígure en este caso) que tienen. Difiere bastante del vino anterior. Aquí resaltan más las notas a piel de pomelo, anís, almendras frescas y tomillo. En boca si que es verdad que sigue siendo una variedad ligera, grácil y bastante de fresqueo.
4. Posiblemente este sea mi vino favorito de toda la cata. No conocía el trabajo de Domaine de l’Iserand, que viene siendo el proyecto de Jean-François Malsert en St.Joseph, quien intenta huir de esa sensación de peso y power que suelen ofrecer los vinos de la zona, marcándose vinos que sean mucho más fluidos y bebibles sin perder la identidad de la zona, como este Rodéo del 2023. Es el blend clásico a base de 50% de Rousanne y 50% de Marsanne. Pasa la primera noche en contacto con los hollejos para después fermentar en ánforas, donde también permanecerá durante 8 meses. Un vino con gran concentración frutal (polen, camomila, melocotón, mirabeles) y un punto de humo. Es un vino textural pero no tremendamente musculado. Tiene una fluidez y un nervio vital muy chulo.
5. Volvemos a Georgia, para conocer una realidad reciente, Vache, creada por la joven Tamar Vachadze, quien tiene un Marani tradicional, que son esas bodegas llenas de Qvevris enterrados bajo tierra, en Bolnisi. Esta cuvée la hizo usando una variedad nativa llamada Kisi. Es un vino con un profundo color ambarino y con una nariz tremendamente atractiva. Esperaros recuerdos a hojas secas, té negro y frutas de hueso deshidratadas arropadas por un sutil toque de acidez volátil que le da un kick de vida. Es sabrosón, con potencia en boca, muy seco y con unos taninos con carácter. Un vino al que una calmada en botella durante unos años le va a sentar como anillo al dedo.
6. Visitamos ahora el bajo Alentejo portugués, precisamente el proyecto de Herdade do Rocim, un proyecto sostenible que apuesta por las variedades locales y por recuperar el uso de las talhas tradicionales. Un vino que mezcla tres variedades tintas como son la Moreto, la Tinta Grossa, y la Trincadeira. Variedades que fermentaron en talha donde el vino estuvo en contacto con sus pieles durante 3 meses. Este Fresh From Amphora del 2022 pertenece al movimiento Nat Cool, por lo que es una collab con Dirk Niepoort que busca vinos mucho más fáciles de beber (de ahí embotellarlos en botellas de 1L) usando variedades locales y abrazando una viticultura natural. Jugoso, crujiente, fresco, savoury y con muchos recuerdos florales y a frutos rojos (grosellas, granadas y frambuesas silvestres).
7. Me gustó muchísimo el trabajo de Jacques Juillard (Domaine de la Sorbière, en Beaujolais) quien, aunque siempre trabajó como hobby en los viñedos familiares, empezó en esto del vino en el 2014 una vez se jubiló de su vida laboral. Guiado por una pasión por las ánforas, se decidió a elaborar todos sus vinos en ellas. Este Terre de Roche del 2023 es su vino de entrada, una Gamay vinificada en terracotta toscana durante 4 meses. Quizá no sea su mejor cuvée, pero si que me sorprendió gratamente por su honestidad. Un vino súper puro al que no le falta identidad varietal (grosellas, cerezas, violetas y algo de hojarasca). A pesar de su paso dicharachero y refrescante, tiene un poco de grip tánico que le sienta de maravilla. Divertido.
8. Este Plume del 2021 es una cuvée elaborada por Bruno Dubois en la zona de Saumur Champagny, en la Loira francesa. Un fiel defensor de la mínima intervención y de los vinos no demasiado extraídos, pesados y cansinos. Esta Cabernet Franc ha sido despalillada al entrar en bodega para fermentarse en ánforas donde también descansa durante 7 meses. Un vino vital y con buen nervio, muy de fresqueo. No es la referencia más vegetal que he catado (lo cual se agradece) aunque si que tiene algunos recuerdos leves a pirazina (a pimiento de padrón asado) que acompañan un carácter muy expresivo con recuerdos a ciruelas, grosellas silvestres, café en grano, pimienta negra y hojas de higuera.
9. Terminamos volviendo a la Toscana para visitar la Tenuta Buon Tempo, que se encuentra en el extremo sur de la zona de Montalcino. De echo, esta cuvée podría ser considerado un Rosso di Montalcino si no fuese por el método de elaboración, ya que La Furba 2022 es una Sangiovese trabajada en ánforas de Cocciopesto y Tava. Dejan un porcentaje pequeño de racimo entero y que macere el vino junto a sus propias pieles post-fermentación durante casi 6 meses. Se embotella 6 meses después de haberle separado de las pieles. He de reconocer que, si la Sangiovese es una uva que me flipa de por si, trabajada de forma tan pura me sigue fascinando mucho. Es un vino tánico, con peso, y con mucha intensidad del perfil varietal (picotas, fresas silvestres, clavo, pimienta negra, carne curada, barro cocido). A pesar de su seriedad tiene muy buena bebibilidad, aunque admite botellero durante unos años.
Espero que hayáis disfrutado de la selección de hoy. Como siempre, graciñas mil por leerme y no dudéis en dejarme por comentarios si tenéis algún vino hecho en ánfora que os haya molado bastante.
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