Reflexiones con Luís Anxo Rodríguez Vázquez
La visión del Ribeiro a través de los ojos de un Arnoiano.
Con la entrada de hoy quiero recuperar uno de esos momentos bonitos y únicos que como sumiller no se le olvidan a uno. Todo viene a colación de que a principios de este mes tuve la oportunidad de recatar 4 de los vinos de Luís Anxo Rodríguez Vázquez en la Vinis Terrae, por lo que me viene como anillo al dedo, no sólo para dejaros con mi feedback, sino para compartir todo lo aprendido en un encuentro espontáneo que tuve con él el año pasado.
Llegué a su viña a lomos de la furgo de Antonio Míguez. Antes de bajar, miré por la ventana para encontrarme, allí, en medio del viñedo, un rosto afable que, enfundando una sonrisa y ondeando una mano al viento, daba la bienvenida a un completo desconocido y a un viejo amigo. Fueron casi dos horas charlando a pie de viña en un día que resume lo que es el Ribeiro perfectamente. De un cielo despejado en pleno mes de Abril con un sol que calentaba el alma de manera suave, a tener que poner la chaqueta por encima de los hombros al encapotarse el cielo con unas nubes que acabarían jarreando bastante agua horas después.
Lo que pude captar de Luís Anxo en ese efímero momento es que estaba ante un personaje único, de gran inteligencia y comprometido con su tierra. Un hombre que sigue luchando día tras día con una vitalidad enorme. Un viticultor de raza que exuda Arnoia por los cuatro costados. Defensor de las castes autóctonas y de hacer vinos que hablen de donde son, lo que le llevó a tener que quitarse la vergüenza del arnoiés de encima.



Para quienes no estéis del todo familiarizados con el Ribeiro, deciros que el Arnoia es uno de los ríos que cruzan la región dando vida a uno de los 3 valles más importantes del Ribeiro. Arnoia pertenecía a Celanova, por lo que las gentes de la zona no se consideraban del Ribeiro. No era una cuestión de separatismo o independentismo, si no que lo hacían casi por complejo. Esa vergüenza de la que os hablaba antes no les permitía creerse que sus vinos pudiesen estar al mismo nivel que los famosos vinos de Ribadavia.
Esas ‘altas expresiones’ que el mercado de vinos demandaba, sobre todo en tintos, hace más de 15 años quizá no les ayudaba porque en Arnoia encontramos un perfil de vinos más austeros que no son tan aromáticos como los del valle del Avia. Es precisamente el haber aceptado que la naturaleza de los vinos en Arnoia es más austera lo que les otorga hoy una identidad propia muy marcada.
Haber pasado un ratito junto Luís Anxo y Antonio Míguez reflexionando sobre lo que es hoy el Ribeiro es un puro privilegio. Ambos son el fiel reflejo de esa generación a la que le ha tocado ejecutar el cambio. Ven la realidad con los pies muy asentados en el presente, sin olvidarse del camino recorrido y sin quitarle el ojo de encima al futuro más cercano.
Un futuro que Luís Anxo ve con esa negatividad intrínseca al Ribeirao. Piensa que si no se corrigen las cosas ahora, el Ribeiro es un territorio donde los pequeños proyectos están destinados a desaparecer al no haber ningún estímulo para que la gente joven vuelva al campo. De echo, él no tiene relevo generacional pero tampoco le preocupa en demasía. Echo que no hace otra cosa más que sorprenderme al estar hablando de una figura que ha conseguido convertirse en uno de los grandes artífices de que el Ribeiro vuelva a estar en las cartas y estanterías de todo local que mime el vino.
En viñedo, es una persona que no hace una viticultura taliban. No tiene reparos en afirmar que hace un 'convencional respetuoso'. No concibe la viticultura plenamente natural aunque respeta y admira a quienes la hacen. Porque la expresividad de un territorio parte del volver a replantearse cosas y abrir melones en forma de debate; como si se debería empezar a hablar de rendimiento por cepa en lugar de rendimiento por hectárea como medida de calidad (porque no es lo mismo que un viticultor en Castilla saque 7mil kg/ha en una hectárea de 1000 vides, que un viticultor en el Ribeiro saque lo mismo en una plantación con 3 mil cepas) o de si se debe avanzar hacia una zonificación, tan necesaria, de su territorio.
Una zonificación a la que, por más que se pida a gritos, el Consejo Regulador le hace oídos sordos. Por no hablar de que tampoco hace mucho para facilitarle la vida a aquellos colleiteiros y adegueiros que quieren hacer vinos de calidad que hablen de territorio y tradición. Un Consejo Regulador que nos sigue hablando únicamente y exclusivamente de Treixadura (por mucho que hayan favorecido recientemente la plantación de castas autóctonas en lugar de otras foráneas como la Jerez o la Alicante) casi como buscando un monocultivo que los convierta en un Rías Baixas Vol.2; y que no piensa en valorizar la recuperación de los antiguos bancales abandonados porque cuesta mucho dinero volver a adaptarlos para el cultivo de la vid, prefiriendo expandir los límites de la D.O. para producir en terrenos más fértiles pero menos adecuados para la producción de vino de calidad, despertando, así, únicamente el interés de los grandes grupos bodegueros que hacen vinos demasiado tecnificados, sin alma.
Como imaginaréis, el tiempo conversando con estos dos titanes pasó rápido y pronto tocó decirle adiós a Luís Anxo, dejando que continuase con el trabajo en viña, el cual se vio interrumpido por unas palabras que, ojalá, algún día alguien se decida escuchar para implementar cambios por el bien de la contorna.
Os dejo ahora con sus cuatro vinos que caté en la Vinis Terrae por si alguno no los conoce o por si todavía no le habéis catado estas añadas.
- Viña de Martín, Os Pasás, 2022
Es su nivel de entrada en blancos. Un blend de variedades tradicionales a la zona como son la Lado, la Treixadura, el Torrontés y el Albariño que proceden de varias parcelas a lo largo del valle del Arnoia. Se fermentó espontáneamente en inox, donde permaneció unos 10 meses en contacto con sus lías. Es el más floral y frutal (manzana roja, pieles de pera) de los 3 blancos catados. Tiene recuerdos a hierbas silvestres, tojos y a la crianza en lías. En boca es cremoso, etéreo y con un ligero crunch.
- A Teixa, 2021
Esta cuvée es un parcelario ya que las uvas se sacan de un viñedo singular llamado A Teixa de Hermida, en Ribadavia (aquí nos salimos de Arnoia). Mayoritariamente Treixadura, aunque hay algo de Godello y Albariño co-plantados. Se fermentó en fudre, donde se pasó un año en contacto con sus lías. Quizá sea por influencia de su origen, pero esta cuvée se muestra ligeramente reductiva recién versada en copa (tiene ese suave recuerdo a mechero zippo). Desaparece rápido tras un breve oxigenado para dar paso a un bouquet que nos habla de frutas de hueso jugosas (albaricoques, nectarinas, mirabeles, ciruelas claudias), polen y nueces. La boca es cristalina (recuerda a una roca mojada), glicérica (untuosidad) y con una buena acidez linear. A pesar de su complejidad aromática, el vino es austeramente amplio, no exuberante.
- Viña de Martín, Escolma, 2020
Es la misma selección varietal que en el Os Pasás, sin embargo, este Escolma se saca de las vides más viejiñas, con bajos rendimientos por cepa y, por si fuera poco, sólo lo produce en añadas muy buenas. Cada parcela de donde saca las uvas se fermenta y envejece por separado antes de hacer la mezcla final. Tanto la fermentación como el reposo (en contacto con sus lías) durante más o menos un año sucede en barricas usadas de diferentes tamaños. Además, el afinamiento en botella es brutal, ya que lo aguanta unos 3 años antes de lanzarlo al mercado. El vino es elegancia pura. Se notan unas notas de crianza en forma de especias dulces (nuez moscada, leña haciéndose brasa, haba tonka), flores de campo (polen de hinojo, flor de castaño), manzanas asadas, mirabeles confitados y un fondo muy sutil de frutos secos dado por el reposo en lías. Tiene una boca más seria al resto. Es amplia, llena de concentración pero con un punzor vertical que le otorga longevidad.
- A Torna dos Pasás 2022
Este es el retorno a los tintos arnoianos, donde se mezclan variedades locales como el Ferrol, los Caíños Longo y Redondo, y la Brancellao. La fermentación se la hizo en acero (con una maceración pelicular que se acerca a la quincena de días) pero el envejecimiento si que lo pasó en barricas para domarlo y ganar algo de profundidad. En copa es un vino fino, tímido, con un punto de volátil ‘a la gallega’ muy controlada. Es un festival de grosellas silvestres y herbales anisados chulísimos. En boca es muy dicharachero, con un paso cortante y crujiente.
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Entrevistado por Decanter en el número de Abril 2025